Tostao: El "Otro" Compadre de Pelé
Astro del
Cruzeiro, delantero técnico y goleador, segunda figura
brasileña después
de Pelé, en su época.
Historia de la afección
visual que lo obligó a abandonar el fútbol.
Ira del Vasco.
GRANDES RECURSOS. Delantero dotado para solucionar cualquier problema
en los espacios más reducidos, Tostao trata de escapar a la marca
mediante un "túnel".
Jugada de lujo que hacía cuando las circunstancias lo requerían. Y la
hacía bien...
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Alguien, alguna vez, comenzó así su historia: Eduardo Gonçalves Andrade
nació el 25 de enero de 1947 en Belo Horizonte, Brasil. Sietemesino,
era muy pequeño, de piel trigueña. Por entonces circulaba en su país
una moneda de poco valor, chiquitita y oscura: el "tostao". Eduardo
se enloquecía por tenerlas en el bolsillo. Con ellas iba a tomar
helados y jugos de coco. Por ellas sus amiguitos comenzaron a
llamarlo directamente "Tostao". A los catorce años ya estaba en el
Cruzeiro pero a los quince se fue al América "porque –dijo– me parecía que
estaba traicionando a mi padre, que fue jugador del América, y a mí mismo,
que siempre fui hincha del club".
Para muchos, el "Pelé Blanco"
"Tengo buena concepción del juego. Me doy cuenta de todo lo que
ocurre en la cancha. A lo mejor pienso más rápido que los rivales.
Los que me cuidan suelen saber cómo hacer para cuidarme pero no saben
cuándo deben hacerlo. Ahí es donde saco ventajas".
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BUSCANDO EL
GOL. Tostao fue peligrosísimo para el gol.
Aquí corre en busca de la pelota, seguido por Laraigneé
y Bargas, de la selección argentina. El partido se jugó
en
la cancha de River, en Buenos Aires, por la Copa Roca.
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CAMPEÓN DEL
MUNDO. La alineación que en México ganó para Brasil la posesión
definitiva
de la Copa Jules Rimet.
Tostao tuvo una actuación magnífica. Fue el "otro" compadre de Pelé.
Para muchos, el "Pelé Blanco". Esto solo define su gran calidad.
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MAGNÍFICO REMATE. Con ambas piernas desde cualquier
distancia, con gran potencia o colocando la pelota, Tostao
ensayaba sus remates, que llevaban siempre "olor" a gol.
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Para la mayoría de los críticos el
día de su consagración se produjo en 1966, cuando en el estadio Pacaembú (después
de errar un penal) convirtió ante el Santos dos goles que le dieron al
Cruzeiro la conquista de la Copa Brasil. La gente del Cruzeiro, en
cambio, entiende que la mejor actuación le correspondió en un partido
jugado en la ciudad de El Salvador contra un equipo de Bahía. Ese
día, Tostao marcó el gol de la victoria
luego de eludir a siete adversarios. Todos se equivocan.
Eduardo Gonçalves empezó a ser grande cuando adquirió conciencia de que
si atropellaba iba a ganar. Ese día, en Belo Horizonte, convirtió
cinco goles y sepultó para siempre el complejo de enfrentar a rivales que
lo doblaban en físico.
Rápido, cerebral, su facilidad para el toque y la dirección y puntería de
sus remates lo llevaron a la selección. No faltó quien le endilgara el
mote de Pelé blanco que siempre rechazó: "Pelé hay uno solo –dijo–;
negro o blanco no hay como él". Debió repetirlo una y mil veces.
Treinta goles en sesenta y un partidos marcan su paso por el "scracht".
Jugó el Mundial de Londres, fue campeón en México y repitió en su país –en
1972–, cuando se jugó la Minicopa. A los 26 años, en pleno apogeo,
abandonó el fútbol por una grave afección en la vista.
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Grave
lesión en un ojo
Esa parte triste y grande de la historia de Tostao se inició una tarde de
octubre de 1969, en Bogotá. Jugaba en el estadio El Campín para la
selección de su país, que entonces dirigía –en la etapa previa al Mundial de
México– el periodista Joao Saldanha. En determinado pasaje del juego
chocó con un zaguero del equipo rival –Millonarios– y recibió una herida en
la ceja izquierda que lo dejó fuera del partido. Para curarla fue
necesario aplicarle varios puntos de sutura.
Días más tarde, en el Pacaembú de Sao Pablo, recibió en la misma zona un
fuerte pelotazo que partió de Ditao, zaguero centro del Corinthians.
La gravedad de la lesión fue rápidamente diagnosticada: desprendimiento de
retina. Para su mejor tratamiento lo trasladaron a los Estados Unidos.
Allí lo operaron en el Hospital Metodista de Houston. Estuvo cinco
meses inactivo. Volvió a las canchas al sexto.
Todos los sacrificios y los riesgos corridos alcanzaron su justa recompensa
cuando Brasil se adjudicó la posesión definitiva de la Copa Jules Rimet, en
México. En ese torneo Tostao fue figura fundamental. Siguió
yendo al oculista una vez por mes en lo que parecía una revisión de rutina.
"Al menos veo los arcos ¿no?" fue su respuesta habitual. Sus goles lo
confirmaban. En 1971 fue a Argentina para jugar la Copa Roca. En
el segundo de los partidos (2-2) marcó un gol que fue el único que le
convirtió a una selección argentina y el último de su carrera internacional.
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El estudio, la fama y el dinero
"Voy a estudiar cuando deje de jugar. Entonces me dedicaré a lo que
siempre fue mi vocación: el estudio de las ciencias económicas. Cuando
terminé el secundario di algunas materias en la universidad, pero tuve que
elegir entre el fútbol y los estudios. Entonces seguí con el fútbol.
A pesar de ello, nunca dejé de interesarme por la economía. Leo
revistas especializadas y todo libro sobre el tema que llegue a mis
manos". Tostao hablaba así de su otra vocación, compartida
posteriormente con el estudio de la fisioterapia. Tostao figuró como
estudiante regular en las dos disciplinas.
Gracias al fútbol, cuando se retiró
contaba con un patrimonio cercano a los 750.000 dólares y una renta
mensual de 3.300 dólares. También había aprendido, rodando por el
mundo, que la vida de un futbolista está llena de soledad. "Uno
viaja constantemente –confesó cierta vez–, extraña a su país, nunca tiene
amigos. Solo conocidos. Ellos ayudan a vivir..."
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El adiós al
fútbol y la ira del Vasco
En agosto de 1973, a través de un programa de televisión transmitido
directamente desde la ciudad de Houston, en los Estados Unidos, Tostao
anunció su retiro del fútbol. Allí, el doctor Roberto Adbala Moura
terminaba de someterlo a una revisión y le aconsejó esa decisión. Su
continuación podía llegar a deteriorar la mejoría observada luego de las
tres intervenciones quirúrgicas que su ojo izquierdo había soportado.
Tostao había sido vendido por el Cruzeiro al Vasco Da Gama en abril de 1972.
Tres millones y medio de cruceiros (casi seiscientos mil dólares) es
lo que debió pagar el club carioca.
De ese total, Vasco debía 316.000 dólares –más los intereses
correspondientes al préstamo bancario que facilitó la operación– cuando el
jugador anunció el final de su vida deportiva. La decisión causó
irritación entre los dirigentes. Uno de ellos, Joao Silva, lo acusó:
"Con nosotros se hizo millonario y ni siquiera aceptó la propuesta de seguir
ligado al club como agente de relaciones públicas".
La respuesta fue tan inteligente como contundente: "Aunque no me siento
millonario –dijo Tostao–, estoy en condiciones de dedicarme a los negocios y
resolver mis problemas económicos. Ser agente de relaciones públicas
del Vasco Da Gama sería ideal para mí, especialmente si continuase
recibiendo los 1.670 dólares mensuales que son mi salario. No acepto,
porque me sentiría incómodo ante mis compañeros y los dirigentes. Soy
muy condescendiente porque renuncio al pago de futuras mensualidades que
pudieran corresponderme. No se olviden que mi lesión ocurrió durante
un partido, es decir, trabajando".
Los dirigentes del Vasco no entendieron esa criteriosa decisión.
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TOSTAO
Cabeza
levantada, mirada en el contrario,
amago desconcertante,
habilidad en su zurda,
toque fino, gran capacidad para la desmarcación,
facilidad y justeza en el remate, rápidos reflejos,
atleta disciplinado
y ejemplar, fintas y gambetas
para adelante, delantero con inteligente
sentido
táctico. Jugó como volante, como media puntada y
como
delantero
de punta (fue fundamental su función
en el Mundial de México, cuando
iba a encimar al
líbero rival). Goleador, en jugadas brillantes.
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