Sanfilippo: El Vicio del Gol
Cuatro veces consecutivas goleador de la AFA.
El polémico paso por Boca Juniors y
la transferencia a Nacional.
También goleó en Brasil. El retorno a San Lorenzo y los potreros de
Flores. La dirección técnica.
GRAN
DEFINIDOR. Partido contra River Plate, en 1959, ganado por San
Lorenzo, 3-0.
Sanfilippo en su salsa, dentro del área penal adversaria. Los
marcadores centrales
quedaron muy atrás (Valentino-Ramos Delgado) y Nuin cruza tarde. Un
gol más.
|
Su vida es un reguero de temas disímiles que confluyen en el marco de la
espectacularidad. Su currículum arrastra goles, conflictos,
negocios, lesiones y hasta dos trompis públicos famosos. Alguna vez,
hacia la década del 50, cuando engendró su asombroso apego a la red,
analistas poco perspicaces puntualizaron que su simplista comercio con el
gol se trataba, apenas, de una cómoda ubicación frente al arco rival.
Después comprendieron que José Francisco Sanfilippo no era solo un
especulador del gol. También le pegaba al balón con maestría, sabía
arrancar desde atrás y ligarse al juego.
|
UN GOL A
BOCA. El gran goleador argentino,
en plena tarea
específica. Un pase bien puesto
entre los zagueros, penetración
de Sanfilippo,
angustia en el marcador lateral Simeone porque
no puede llegar, toque justo y Mussimesi vencido.
|
EN BOEDO.
La cancha de sus grandes hazañas,
San Lorenzo
de
Almagro, aunque Sanfilippo hizo goles
en cualquiera.
Aquí,
provoca la desesperación de los defensores
de Independiente,
como Rubén Navarro
y Pío
Barraza, que llegan tarde.
|
Los pronósticos agoreros fueron cediendo poco a poco ante el tremendismo
de sus goles: artillero absoluto de la AFA durante cuatro
temporadas consecutivas (1958, 1959, 1960 y 1961), sensación en Nacional
de Montevideo, goleador en Brasil a la edad en que suele llegar el ocaso
(Bangú y Sporte Clube Bahía), también supo aportar su contundencia en la
selección argentina, en donde convirtió 19 goles a través de veintisiete
partidos entre 1956 y 1962. A los 37 años, en un retorno para
muchos imposible, volvió a vestir la casaca de San Lorenzo de Almagro,
el primer club de su pródigo recorrido. No le pudo ir mejor:
ese año San Lorenzo concretó la hazaña de obtener el bi-campeonato
argentino. En el Metropolitano anotó 8 goles, casi todos en una
seguidilla tan espectacular como efectiva (6ª fecha, San Lorenzo 1 Colón
1, un gol; 7ª fecha, San Lorenzo 2 Ferro 2, dos goles; 8ª
fecha, San Lorenzo 2 Newell's 2, un gol; 9ª fecha, San Lorenzo 4
River 0, un gol; 11ª fecha, San Lorenzo 2 Estudiantes 1, un gol;
28ª fecha, San Lorenzo 3 Estudiantes 1, un gol; y 34ª fecha, San
Lorenzo 1 Boca Juniors 1, un gol). En el Nacional actuó como
refuerzo en varios cotejos. Es difícil olvidar uno jugado en
Tucumán, en las postrimerías del torneo. Días antes, el general
Perón había arribado a la Argentina, con una numerosa comitiva.
Uno de sus acompañantes había sido José Francisco Sanfilippo. Esa
tarde, en el estadio tucumano, el público coreó su nombre, pagó entrada
para verlo, lo aplaudió hasta el cansancio. Fue un desborde de
efusividad que bien pudo entroncar con sus épocas de gloria. Tenía
37 años. Un milagro de perdurabilidad.
|
Obsesivo del gol, rápido, escurridizo, no por ello renunció a los más
prolijos postulados del buen fútbol; sutil para el toque, de buen
manejo de pelota y muy astuto para maniobrar en espacios cortos.
Notable pegada y una puntería sensacional para colocar el remate en el
lugar imposible: generalmente abajo, de rastrón, ahí donde los
arqueros no podían llegar.
El polémico
paso por Boca
En 1962, Luis Artime, otro empecinado del gol,
borró su condición de scorer absoluto por un tanto (24 a 23).
Sanfilippo permanecía en San Lorenzo, pero en algunas declaraciones públicas
esbozaba sus deseos de dejar ese club. Desde Europa se descartó una
oferta de treinta millones de pesos argentinos. Sanfilippo
–según algunos
desacertados críticos– todavía jugaba "con un balde en la cabeza":
decían que era un atropellado dentro del área. Todavía se lo discutía
pero sus piernas eran infalibles, con el "balde" o la "caña de pescar", de
casualidad, o como sus detractores lo hubieran preferido, pero era el mejor
sinónimo del gol.
Hacia 1963, decididamente, ya no quería jugar en San Lorenzo.
Repetidas veces había censurado la desorganización del club, diversos
problemas de índole personal. Remarcó, sobre todo, el desgaste de su
figura a través de once años en la misma institución. El giro de
denuncias fue mutuo. San Lorenzo lo acusó de desobedecer al director
técnico José Ramos. De a poco, la situación se hizo insostenible.
Boca, que ya tenía un romperredes –el brasileño Paulo Valentim–, se interesó
en él. Alberto J. Armando, presidente auriazul y padrino de su hijo
José Carlos, avaló la compra. Boca pagó veinticinco millones de pesos
argentinos, una cifra récord para el fútbol local.
|
HURACÁN, EN
APUROS. Sanfilippo, siempre
armado para
la estocada final, lleva peligro.
Media defensa queda
descolocada. Allá lejos,
Víctor Rodríguez; Ardanaz, caído,
y el último
zaguero, Peloso, a merced de la astucia de
"El Nene". Ese día, San Lorenzo ganó por 4 a 2. |
EN LA
SELECCIÓN. Uno de los 19 goles que logró con
la camiseta
de la selección argentina. Este se lo marca
a España la tarde que
Argentina venció por 2 a 0, en el
estadio de River Plate, en 1960.
Era la época de
esplendor de uno de los máximos goleadores
que pasó por el fútbol argentino. Su perfección
en el remate
se verifica en esta escena elocuente.
|
Pronto se integró un terceto central con Ángel Rojas, Menéndez y Sanfilippo,
que por un corto lapso pareció transitar por la senda ideal de goles con
calidad. Paulo Valentim, idolatrado por la tribuna por sus famosos
goles a Amadeo Carrizo, no quedó totalmente descartado y hasta se vislumbró
la posibilidad de armar una mortífera punta de lanza doble entre los dos
artilleros. Pasaron los partidos y la titularidad se le hacía cada vez
más esquiva a Sanfilippo: Pedernera y Deambrossi, los técnicos de ese
equipo, optaban por reservas de dudosos méritos. Por ejemplo, Rulli
–entonces un corredor intrascendente– o el paraguayo Ferreira. Otras
veces lo ubicaban de volante, para armar el juego. Goleador por
idiosincrasia, renegaba de esa función. Finalmente, el 28 de marzo de
1964, en un partido entre Boca y San Lorenzo por la copa Jorge Newbery, le
aplicó un furioso puñetazo a Deambrossi e increpó con dureza a Pedernera.
Sanfilippo estaba en el banco de suplentes, confinado allí desde hacía un
tiempo. No toleró la situación y reaccionó extemporáneamente.
Alberto J. Armando, más allá de las suspicacias ajenas, no asumió su defensa
y José Sanfilippo debió irse de Boca. Lo hizo, pero ya había dejado el
inconfundible sello de su tuteo con el gol: siete tantos en siete
partidos de la copa Libertadores de América y otros siete en veinte partidos
oficiales de primera división.
|
El
esplendor en Uruguay
Su transferencia a Nacional de Montevideo en catorce millones de pesos
argentinos, puso definitivo coto a su polémico paso por Boca. Pronto
asombró a los uruguayos con su magia goleadora. El día del debut,
Nacional venció 5-1 a Colón, con cuatro goles suyos. Al partido
siguiente, en el estadio Nacional de Santiago de Chile, marcó tres de los
cuatro tantos de su equipo ante Colo Colo, por la copa Libertadores de
América. Después, en una gira por Europa, Sanfilippo prosiguió
inmutable su destino de artillero consuetudinario: diez goles en ocho
partidos, casi todos decisivos en el resultado final. El retorno a
Montevideo fue apoteótico. Lo llevaron en andas desde el aeropuerto
hasta el centro de la capital uruguaya. Lo idolatraron. Un
comienzo a todas luces sensacional, forjado exclusivamente por ese diminuto
futbolista, todo ingenio y agudeza a la hora de definir en el área rival.
En un partido semifinal de la Libertadores, Fontana, del Vasco da Gama, le
fracturó la pierna. Muchos lanzaron el epitafio prematuro sobre su
trayectoria futbolística. Varias operaciones de los doctores Barbieri
y Buttaro, sumadas a su inmensa fe, fueron recuperando, lentamente, al dueño
de la red. En octubre de 1965 reapareció ante Danubio. Sus
detractores vieron hacerse añicos las teorías de su disminución física.
José Sanfilippo reverdeció ese día su viejo olfato para el gol y señaló
tres. Paralelamente a su fama, en Montevideo también creció una ola de
rumores sobre su discrepancia con el presidente de Nacional, doctor Pons
Etcheverry. Lo multaron, ya en un marco hostil, en 150.000 pesos oro,
por supuestas declaraciones agraviantes. Sanfilippo replicó con cartas
a todos los jefes de deportes de diarios uruguayos. Luego de una
prolongada y desagradable serie de duelos verbales y escritos entre las
partes litigantes, Nacional, a través de su presidente, resolvió rebajarle
el sueldo. Fue el final del ciclo. Sanfilippo dejó Uruguay.
Tampoco allí había defraudado sus antecedentes de artillero implacable.
Era, seguramente, la mejor confirmación de su ya conocida relevancia
futbolística.
|
FRENTE A
PARAGUAY. Siempre cerca del arco,
con
su olfato
para el gol altamente desarrollado, con esa astucia para ubicarse
permanentemente
en los lugares donde podrá sacar provecho
de
sus excepcionales condiciones de definidor.
No en vano
fue cuatro
veces goleador en las estadísticas de Argentina.
Aquí, la pelota
no entra y se salvan los paraguayos.
|
SU PASO POR BOCA. La gente lo aplaudió
porque siempre
admira al goleador.
Pero Sanfilippo vivió un episodio conflictivo
y jugó muy poco tiempo en ese gran club.
|
Aquel
Sudamericano de 1957
La cabalgata goleadora no se alteró en su paso por el seleccionado
argentino. Debutó con la blanquiceleste el 13 de marzo de 1957, frente
a Colombia, en el campeonato Sudamericano disputado en Lima, Perú (1957).
Aunque el terceto central ofensivo de aquel conjunto –Maschio, Angelillo y
Sívori– promovió un torrente elogioso y empequeñeció al resto, José
Sanfilippo integró en numerosas oportunidades el equipo campeón.
Antes, en 1955, había conocido otro halago, este en el campo amateur.
En los Juegos Panamericanos de 1955, en México, había obtenido el
campeonato. Después totalizaría veintisiete partidos en la selección
mayor. Algunas actuaciones cumbres –contra España, 2-0 con dos goles
suyos, otros tres goles a Uruguay– y su participación en el torneo mundial
de Chile, le dieron vuelo internacional. Diecinueve goles (4 a
Uruguay, 3 a Brasil, 3 a Paraguay, 2 a Checoslovaquia, 2 a Ecuador, 2 a
España, 1 a Chile, 1 a Inglaterra y 1 a Portugal) confirmaron que su
vocación goleadora no reconocía límites, que respondía en cualquier terreno,
ante cualquier rival y con cualquier camiseta.
Su etapa en
Banfield
Tras el conflicto con Nacional, Valentín Suárez, presidente de Banfield,
obsesionado por traerlo al "Taladro", movió influencias y habló con varios
dirigentes uruguayos. Finalmente, por 6 millones de pesos argentinos,
Banfield lo incorporó a sus filas en febrero de 1966. Tenía 31 años y
una marcada tendencia a las crisis con sus empleadores, consecuencia de su
alta cotización goleadora. Jugó allí un año y medio. Cincuenta
partidos y diecinueve goles en un equipo medroso, defensivo, incapaz de
saber usufructuar la savia productiva de José Francisco Sanfilippo.
|
Brasil: siguieron los goles
Cuando caducó su contrato con Banfield, el Bangú de Brasil lo contrató con
buena paga. No dudó un instante, hizo las valijas y se fue a Brasil.
Tenía 32 años y un generalizado rumor marcaba su senilidad deportiva.
Como siempre, desmintió las críticas con goles. Después pasó al Sporte
Clube Bahía. Siguió goleando. En su paso por la tierra de Pelé
anotó, oficialmente, 70 goles en dos años y medio. Un día de 1971
decidió su retiro. Físicamente impecable, con la misma intuición
goleadora de sus comienzos, deseaba, sin embargo, radicarse definitivamente
en su país, ya asegurado su porvenir económico. En los últimos ocho
partidos en el Sporte hizo seis goles. Goleador incurable, se despidió
en su más puro estilo.
Los
campeonatos Evita
Patrullero incansable del Bajo Flores. Pibe de barrio con aspiraciones
de crack. El Glorias al Fournier, su primer equipo, intervino en los
campeonatos infantiles Evita, promocionados por el gobierno peronista.
Un día, Arturo Arrieta, entonces dedicado a la captación de promesas, quedó
deslumbrado con su sagacidad en el área. Corría el año 1951 y lo
llevaron a San Lorenzo de Almagro. Debutó en la octava división y
recibió invalorables consejos de José Pérez, el director técnico. Pasó
raudamente por la séptima y la sexta. En 1953, José Pérez pasó a
dirigir el plantel profesional. Fervoroso del diminuto número 10,
intentó promoverlo a primera división. No lo dejaron; Ramos
debió marcharse del club. Hacia fin de temporada, sin embargo, debutó
en primera, el 15 de noviembre de 1953 en Rosario, ante Newell's. Ganó
San Lorenzo 1-0 con gol de Benavídez. En la fecha siguiente, en Boedo,
Sanfilippo inauguró, con dos goles a Banfield, su larguísimo diálogo con la
red enemiga. Aparecía "El Nene", un apodo que sobrellevaría por el
resto de su campaña.
|
EN BRASIL.
Sanfilippo, cuando integró el Sporte Clube
Bahía.
Allí marcó goles, pero también llevó de la mano
a su equipo,
capitalizando su indudable experiencia.
|
|
La fama
incipiente
Desplazado de la primera división, atesoró en 1954 una valiosa experiencia
al actuar en reserva junto a René Pontoni. Marcó ese año –durante el
cual jugó también algunos partidos en primera– 26 goles y llegó a ser el
scorer máximo de división reserva. En primera señaló tres. La
suma, año tras año, fue creciendo. En un momento pareció interminable:
quince en 1955; diez en 1956; diecinueve en 1957;
veintinueve en 1958; treinta y uno en 1959; treinta y cuatro en
1960; veintiocho en 1961; veintitrés en 1962. Brillante.
Contundente. Dentro del historial, esos cuatro años consecutivos –de
1958 a 1961– en que se consagró el máximo goleador de los torneos de AFA,
sirvieron para elevar su nombre al pedestal de los consagrados por el éxito.
Irascible por naturaleza, trasladó su carácter efervescente hacia su
profesión de director técnico. En 1973 dirigió fugazmente al Deportivo
Español. Un puñetazo a un árbitro, al que acusó de perjudicar a su
equipo, truncó por un tiempo su nueva ocupación. Más recientemente, se
lo ha visto en programas televisivos, vertiendo sus puntos de vista con
total franqueza, generando polémicas y disensos.
Goleador sin vueltas, conflictivo, buen jugador. Apologistas o
detractores, más allá de sus puntos de vista, deberán coincidir, porque así
lo señala su historia, en que José Francisco Sanfilippo ha sido un
protagonista insustituible de veinte años del fútbol argentino.
|
JOSÉ FRANCISCO SANFILIPPO
Estratego
del gol. Rápido, huidizo e inteligente.
Buen toque corto y notable puntería para
colocar el balón en el rincón imposible.
Jugador cerebral, solo reducido en su condición
de tal por la abrumadora nómina de goles.
|
Top of Page
|